viernes, 6 de febrero de 2015

Recuerdos bajo la ArenA


La fiesta del derribo acabó con el lanzamiento de un enorme peluche des de un quinto piso, tamaño natural, quemándose a lo bonzo. Las llamas se apagaron antes de llegar al suelo, de esta manera quedó clausurada la fiesta por el cierre del piso que dejábamos por un destino mejor. Allí quedaron muebles apilados, botellas apuradas de marcas cover y plásticos varios, mientras raudos salimos hacia el concierto por las escaleras, ante el estado de inhabilitación total en que quedó el ascensor. Los jueves el tráfico era imposible en toda la ciudad y también lo era ese 17 de diciembre de 1987, pero finalmente conseguimos llegar a Arena dentro del horario previsto. Vicente, Quique, Sergio, Cota y yo mismo flanqueamos la entrada y encontramos en la barra a Robert ‘Throb’ Young, flamante guitarra de los Primal Screamla banda que veíamos a ver tras comprar la entrada anticipada a última hora, con cierta reticencia por mi parte, más partidario de los angostos caminos ultrasónicos de Jesús and Mary Chain, la banda matriz que su batería BobbieGillspie abandonó para convertirse en cantante de los Primal.
  

Modestamente ofrecimos al guitarrista una improvisada petaca formada por un recipiente de Ceregumil, el gran concentrado vitamínico que alimento la infancia de los 70, rellenado con güisqui DYC. El hombre agradeció el gesto y a cambio nos cedió seis latas de cerveza de primera marca, degustadas en primera fila del concierto, que registraba menos de media entrada. Inmediatamente comprobamos que el marasmo sonoro que nos ofrecían apenas proponía matices dentro de un interminable sinfonía de distorsión que enmarañaba cualquier atisbo de separación entre tema y tema. Robert me reconoció entre el público y me ofreció su guitarra, que hice sonar sin que mi desconocimiento de la partitura y mi oxidado solfeo me impidieran participar del mismo sonido que ofrecía la banda a un público inexpresivo. Finalizada la sesión actúe como groupie y me dirigí al camerino para agradecer mi cameo con la banda, ante el desdén de mis amigos que ya habían tenido bastante. El guardia de seguridad frenó nuestro acceso a los músicos, pero de nuevo Robert me abrió pasó ante el vigilante al que espetó ‘he has played with us’ (ha tocado con nosotros). Contento por mi inesperado debut con los Primal nos adentramos en el backstage, donde compartimos unos bocadillos de cena y una charla  como aquella flemática gente, que se asombrada de los conocimientos musicales que intercambiamos sobre los Doors, The Birds o Chocolate Watchband. Mientras apuraba los canapés de las bandejas mi gran amigo Vicente insistió en que Robert le cediera a fondo perdido el sombrero que había lucido durante el concierto. El guitarra insistía en no deshacerse de su tocado, que recordaba el que Bob Dylan lució en Patt Garret and Billy The Kid, el grandioso western crepúscular beatificamente rodado por Sam Peckinpah, pero a cambio nos firmó las entradas y decidió acompañarnos a visitar algunos locales de la noche valenciana, entre los que no faltó el mítico Límite.





Es una de las múltiples historias que esconden están paredes ahora ya definitivamente desmoronándose por donde también pasaron Ramones, Pixies, Canned Heat, Iggy Pop, Jhonny Winter, Chuck Berry, BB King, Dr.Feelgood, Robert Plant, The Cramps, Devo, Kraftwerk, The Cure, Lloyd Cole, Psychedelic Furs….  Entre  una mucho más extensa lista de ilustres que se subieron a los escenarios de Arena Auditorium o Garage, la antigua Pacha de Valencia, un templo musical donde muchos crecimos en la adoración a los buenos riffs y la pasión por los directos que acogió la flor y nata del panorama internacional y toda la escena española. El local, una antiguo almacen de patatas de Benimaclet, abrió sus puertas a finales de 1983 y a las pocas semanas, ya en 1984, se perpetró el primer concierto a manos de Alaska y los Pegamoides, convertidos ya en iconos vivos de la modernidad, acompañados por el duo dinámico más fatal de toda la historia con la superstar FabioMcNamara  y su alter ego a los tacones Pedro Almódovar, un combo de verbo caústico y letra suelta donde la música era casi lo de menos, y que hoy sería prácticamente impensable ante la mojigatería imperante como tantas otras cosas que pasaron en aquellos días. Todo tenía cabida en la mejor sala de la ciudad, con el aforo perfecto y excelente calidad acústica. Eran tiempos de conciertos constantes en cualquier recoveco de la ciudad del Turia, en plena ebullición de estilos una vez consolidada y amortizada la movida valenciana a principios de los 80, que derivó en la trasnochada ruta del bacalo, un trayecto que en realidad sería más apropiado trasladar al Círculo Polar Ártico, donde el apreciado pez migratorio, se concentra cada año en grandes bancos junto al norte de Noruega, huyendo de la congelación hibernal, por otra parte, cada vez menos refrigerada a causa del cambio climático. Cambian las temperaturas, las modas y el poder adquisitivo de los bolsillos jóvenes que décadas atrás atestaban de jueves a domingo salas como Arena, Hoy el lugar se desploma poco a poco de manera literal a la espera de convertirse en el local de referencia de una cadena de supermercados. Sus aún resistentes muros y gradas fueron testigos de besos furtivos, algún que otro coma etílico y brillantes momentos de rock and roll. Aquí grabaron los Radio Futura su disco en directo, Jerry Lee Lewis encendió su piano o los Fuzztones repelieron las agresiones de alguna parte del público. Buena parte de la historia y un detallado recopilatorio de lo que allí paso está recogido en el sitio.





2015 empezó en Arena con un nuevo incendio en su interior, por causas desconocidas según los bomberos, que ha contribuido a deteriorar aún más su deplorable estado. Las fotos que acompañan este texto fueron tomadas poco antes de este último fuego, como posiblemente el último testimonio gráfico tomado en el interior de una sala que fue referencia de dos décadas en Valencia y que ahora espera el momento para convertirse en los escombros de un pasado intenso, rociado de estrofas inacabadas y muchas anécdotas inconfesables. Ya nunca podré volver a conversar con Robert ‘Throb’ Young , tristemente fallecido en septiembre de 2014, ni volverá a sonar música en su interior excepto la de las excavadoras, pero aunque sus paredes caigan muchos recuerdos quedaran bajo la arena.