La fiesta
del derribo acabó con el lanzamiento de un enorme peluche des de un quinto
piso, tamaño natural, quemándose a lo bonzo. Las llamas se apagaron antes de
llegar al suelo, de esta manera quedó clausurada la fiesta por el cierre del
piso que dejábamos por un destino mejor. Allí quedaron muebles apilados,
botellas apuradas de marcas cover y
plásticos varios, mientras raudos salimos hacia el concierto por las escaleras,
ante el estado de inhabilitación total en que quedó el ascensor. Los jueves el
tráfico era imposible en toda la ciudad y también lo era ese 17 de diciembre de
1987, pero finalmente conseguimos llegar a Arena
dentro del horario previsto. Vicente, Quique, Sergio, Cota y yo mismo flanqueamos la entrada y encontramos en la
barra a Robert ‘Throb’ Young, flamante
guitarra de los Primal Scream, la
banda que veíamos a ver tras comprar la entrada anticipada a última hora, con
cierta reticencia por mi parte, más partidario de los angostos caminos
ultrasónicos de Jesús and Mary Chain,
la banda matriz que su batería BobbieGillspie abandonó para convertirse en cantante de los Primal.
Modestamente ofrecimos al guitarrista una
improvisada petaca formada por un recipiente de Ceregumil, el gran concentrado
vitamínico que alimento la infancia de los 70, rellenado con güisqui DYC. El hombre agradeció el
gesto y a cambio nos cedió seis latas de
cerveza de primera marca, degustadas en primera fila del concierto, que registraba menos de media
entrada. Inmediatamente comprobamos que el marasmo sonoro que nos ofrecían
apenas proponía matices dentro de un interminable sinfonía de distorsión que enmarañaba
cualquier atisbo de separación entre tema y tema. Robert me reconoció entre el público y me ofreció su guitarra, que
hice sonar sin que mi desconocimiento de la partitura y mi oxidado solfeo me
impidieran participar del mismo sonido que ofrecía la banda a un público inexpresivo.
Finalizada la sesión actúe como groupie y me dirigí al camerino para agradecer
mi cameo con la banda, ante el desdén de mis amigos que ya habían tenido
bastante. El guardia de seguridad frenó nuestro acceso a los músicos, pero de
nuevo Robert me abrió pasó ante el vigilante al que espetó ‘he has played with
us’ (ha tocado con nosotros). Contento por mi inesperado debut con los Primal
nos adentramos en el backstage, donde compartimos unos bocadillos de cena y una
charla como aquella flemática gente, que
se asombrada de los conocimientos musicales que intercambiamos sobre los Doors, The Birds o Chocolate Watchband. Mientras apuraba los canapés de las bandejas mi gran amigo Vicente insistió en que Robert le cediera a fondo perdido el sombrero que había lucido durante el concierto. El guitarra insistía en no deshacerse de su tocado, que recordaba el que Bob Dylan lució en Patt Garret and Billy The Kid, el grandioso western crepúscular beatificamente rodado por Sam Peckinpah, pero a cambio nos firmó las entradas y decidió acompañarnos a visitar algunos locales de la noche valenciana, entre los que no faltó el mítico Límite.
Es una de
las múltiples historias que esconden están paredes ahora ya definitivamente
desmoronándose por donde también pasaron Ramones,
Pixies, Canned Heat, Iggy Pop, Jhonny Winter, Chuck Berry, BB King, Dr.Feelgood, Robert Plant, The Cramps, Devo, Kraftwerk, The Cure, Lloyd Cole,
Psychedelic Furs…. Entre una mucho más extensa lista de ilustres que se
subieron a los escenarios de Arena Auditorium
o Garage, la antigua Pacha de
Valencia, un templo musical donde muchos crecimos en la adoración a los buenos
riffs y la pasión por los directos que acogió la flor y nata del panorama
internacional y toda la escena española. El local, una antiguo almacen de
patatas de Benimaclet, abrió sus puertas a finales de 1983 y a las pocas
semanas, ya en 1984, se perpetró el primer concierto a manos de Alaska y los Pegamoides, convertidos ya
en iconos vivos de la modernidad, acompañados por el duo dinámico más fatal de
toda la historia con la superstar FabioMcNamara y su alter ego a los tacones Pedro Almódovar, un combo de verbo caústico y letra suelta donde
la música era casi lo de menos, y que hoy sería prácticamente impensable ante
la mojigatería imperante como tantas otras cosas que pasaron en aquellos días. Todo
tenía cabida en la mejor sala de la ciudad, con el aforo perfecto y excelente
calidad acústica. Eran tiempos de conciertos constantes en cualquier recoveco
de la ciudad del Turia, en plena ebullición de estilos una vez consolidada y amortizada
la movida valenciana a principios de los 80, que derivó en la trasnochada ruta del bacalo, un trayecto que en
realidad sería más apropiado trasladar al Círculo Polar Ártico, donde el
apreciado pez migratorio, se concentra cada año en grandes bancos junto al
norte de Noruega, huyendo de la congelación hibernal, por otra parte, cada vez
menos refrigerada a causa del cambio climático. Cambian las temperaturas, las
modas y el poder adquisitivo de los bolsillos jóvenes que décadas atrás atestaban
de jueves a domingo salas como Arena, Hoy
el lugar se desploma poco a poco de manera literal a la espera de convertirse
en el local de referencia de una cadena de supermercados. Sus aún resistentes
muros y gradas fueron testigos de besos furtivos, algún que otro coma etílico y
brillantes momentos de rock and roll. Aquí grabaron los Radio Futura su disco en directo, Jerry Lee Lewis encendió su piano o los Fuzztones repelieron las agresiones de alguna parte del público. Buena
parte de la historia y un detallado recopilatorio de lo que allí paso está
recogido en el sitio.
2015 empezó
en Arena con un nuevo incendio en su interior, por causas desconocidas según
los bomberos, que ha contribuido a deteriorar aún más su deplorable estado. Las
fotos que acompañan este texto fueron tomadas poco antes de este último fuego, como
posiblemente el último testimonio gráfico tomado en el interior de una sala que
fue referencia de dos décadas en Valencia y que ahora espera el momento para
convertirse en los escombros de un pasado intenso, rociado de estrofas
inacabadas y muchas anécdotas inconfesables. Ya nunca podré volver a conversar con
Robert ‘Throb’ Young , tristemente fallecido
en septiembre de 2014, ni volverá a sonar música en su interior excepto la de
las excavadoras, pero aunque sus paredes caigan muchos recuerdos quedaran bajo
la arena.