CINCO DÍAS QUE CAMBIARÁN EL MUNDO
Llegamos
pronto al cine, con ganas. Entregamos al empleado de la puerta nuestras
entradas, y el hombre reacciona con una media sonrisa cómplice tras leer el
título de la película que habíamos escogido. ‘Muy buena elección, debería ser
de visión obligatoria en todos los colegios... les encantará’, es la crítica certera
del encargado que nos abre la puerta a un mundo nuevo.
Five Days to Dance es una lección de vida que habla de
adolescentes, el penoso esquema de la educación, la danza como terapia, pero sobretodo
de relaciones humanas, de cómo aprender a ser persona es terriblemente complicado y al mismo tiempo muy simple; sólo
hay que dejarse llevar. En una sociedad que basa sus reglas en una competición
feroz y constante, que desprecia a los débiles y sólo premia al triunfador, la
pareja protagonista recuerda que todos somos seres especiales,
únicos. Tanto el que llega el primero como el que queda en sexta posición tienen mucho que aportar a los demás y son necesarios para que el mundo siga su curso. Una
pedagogía de esperanza que consigue muchísimo más que crear un número
coreográfico en cinco días de curso, donde desde el refuerzo de la
individualidad de los alumnos se consigue formar un grupo cohesionado y fuerte,
capaz de cualquier cosa.
Un emotivo y brillantemente físico documental de Rafa Molés y Pepe Andreu, cuidadosamente fotografiado por el ojo mágico de José Luís González, que ha sido
preseleccionado para los premios Goya
en nueve categorías, entre ellas la de mejor documental y mejor dirección novel.
Una prueba más del gran talento que atesoran los ex trabajadores de la Radio Televisió Valenciana (RTVV),
vilmente despreciados por un poder político alérgico al arte, la cultura y
cualquier forma de sabiduría.
La historia
nace de la propuesta formativa que reparten por Europa de Wilfried y Amaya, él
holandés y ella española, dos coreógrafos que más allá de sus dotes para la
danza emplean una gran dosis de psicología avanzada para hacer brotar la
autoestima, la creatividad y la autodisciplina en unos alumnos que sólo tienen
en común la desgana, ante el absurdo sistema educativo que los obliga a escuchar
tediosas lecciones día tras día que deberán reproducir posteriormente en los exámenes,
para poder seguir adelante hacia un destino incierto. Son estudiantes en plena
efervescencia adolescente, el momento más crítico y decisivo de su formación
como personas. La misión es ardua. En tan solo cinco días deberán perder sus
miedos y olvidar rencillas que resultan infranqueables en esta etapa de la vida,
para formar un verdadero grupo, donde el contacto físico del baile trasciende
el ejercicio de aprovechamiento del propio cuerpo para abrir las mentes a
nuevas posibilidades creativas. Una tarea pedagógica que sale de la pantalla
para afectar a la emoción del espectador, que aprende con los actores a mirar
de otra manera a su entorno y sus relaciones. Una sensible historia de arte,
respeto y cariño que merece una visita al cine y augura un largo camino a este emocionante
documental y sus autores, que nos muestran cómo sí se puede afrontar de otra
manera la danza de la vida.